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Por Israel Batista Guerra

El siglo XX significó un avance y presencia notable del mundo evangélico latinoamericano a nivel de sociedad, principalmente del movimiento pentecostal, el cual se constituyó en la expresión de fe más relevante y uno de los movimientos sociales de mayor impacto en la región.  Sin embargo, parecería que el pentecostalismo ante los albores del siglo XXI entra en una etapa de transición, estancamiento, declive o acomodo religioso y social.

Este artículo es una invitación a todos para promover una reflexión, un reconocer la realidad que se vive, un proyectarnos con un testimonio más efectivo en una época de cambio. El desafío no es ser menos pentecostal, sino  afianzar la identidad en lo pertinente y significativo.

1. Momentos del pentecostalismo en el siglo XX.

En el siglo pasado el pentecostalismo vivió al menos tres momentos relevantes.

1.1 Momento del empoderamiento del Espíritu Santo.

El pentecostalismo latinoamericano desde sus inicios rescató al Espíritu Santo del secuestro teológico y eclesial en nuestras tradiciones evangélicas y protestantes, situándolo como aspecto central en la vida de la iglesia a varios niveles: Uno, al descubrir de nuevo que el pentecostés es poder de Dios para su pueblo, es la experiencia de la dignificación como cristianos y personas. Dos, al enfatizar el Espíritu Santo desde  el mensaje de los “Dichos del Paracleto”, en el Evangelio de Juan, donde se vincula al Espíritu con Cristo, la misión del Espíritu es Cristológica. Tres, la experiencia del Espíritu es comunitaria, personal en la decisión pero no individualista en las consecuencias: Es un poder que asume la iglesia como Pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo.

1.2 Momento de consolidación del modelo eclesial pentecostal.

Ya en la década de los 70 la pentecostalidad era una vivencia del Espíritu que atravesaba a todas tradiciones eclesiales, sin excepción. Una relectura de I Pedro 2:9-10: “…vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, ahora sois pueblo de Dios”. El modelo eclesial, pastoral y misiológico del pentecostalismo transforma el panorama y las vivencias de la iglesia latinoamericana. El pentecostalismo de la marginalidad pasa a ser una experiencia de fe vital e imprescindible para el testimonio de la iglesia. Se produce un cambio en el rostro de la iglesia evangélica latinoamericana en sus diferentes expresiones.

1.3 Momento de turbulencia

Entramos al siglo XXI con múltiples preguntas e interrogantes sobre la realidad y futuro del pentecostalismo, al comenzar un nuevo momento histórico comienzan las turbulencias. Este momento demanda una reflexión profunda y transparente por parte de la iglesia pentecostal, “abrir nuestros corazones a Dios para dialogar con él y su pueblo”. Más que desesperación o pérdida de horizontes se requiere acudir a lo que es parte esencial de la experiencia pentecostal: “Acercaos a Dios, y Él se acercará a vosotros. Limpiad vuestras manos, pecadores; y vosotros de doble ánimo, purificad vuestros corazones. (Santiago 4:8); “clama a mí, y yo te responderé y te revelaré cosas grandes e inaccesibles, que tú no conoces." (Jeremías 33:3). Las turbulencias productos de la globalización, la posmodernidad y el mercado religioso neoliberal está afectando la esencia de la pentecostalidad. ¿No es momento que analicemos profundamente las causas de este momento de turbulencia que nos afecta?

2. Causas de la turbulencia.

A modo de reflexión inicial  “provocativa” propongo algunas ideas esperando otras contribuciones que nos permitan analizar profundamente las caudas de esta turbulencia. Sin un diagnóstico apropiado caemos en el peligro de las respuestas simplistas en épocas de complejidad o en un  “activismo” paralizante:

  • Teológico: Ante las insistencias al mudo pentecostal de hacer su propia teología, se escogió en primera instancia el fundamentalismo y más tarde la “novelería teológica”. Se olvidó que el movimiento pentecostal tenía su propia metodología y vivencia del quehacer teológico, se abandonó la tradición evangélica conservadora que forma parte de la identidad de fe latinoamericana para adoptar caminos “facilistas” y triunfalistas.
  • Bíblico: Olvidamos la experiencia personal y enriquecedora del pentecostal al leer la Biblia que le otorgaba libertad, esperanza y dignidad para encerramos en interpretaciones literalitas. Pasamos del libro del testimonio a la bibliolatria.
  • Divorcio entre ética y espiritualidad: La ética se volvió individualista y regida por los patrones del mercado, al final los males de la sociedad influyeron la tarea pastoral y eclesial de las congregaciones y hemos desarrollado un liderazgo más gerencial que pastoral. Se produjo un divorcio entre espiritualidad y ética. El subjetivismo prevalece en la espiritualidad y el moralismo en la ética. No hay espiritualidad sin santidad de vida y viceversa.
  • Institucionalismo centralizador y de liderazgos gerenciales: Pasamos de ser un movimiento, una comunidad de fe, el pueblo de Dios, el Cuerpo de Cristo para fortalecer instituciones centralizadores regidas por liderazgos de cacicazgos, tanto en lo denominacional como en lo local. Se perdió la esencia del pentecostalismo, más que un movimiento se torna en una institución, más que la preocupación por la persona humana y su salvación se  busca  el fortalecer la institucionalidad. De la pasión evangelística  por rescatar al perdido se pasa al rescate de la institución: La institucionalidad eclesiástica por encima del valor de la persona.
  • Globalización: Frente a una sociedad que se globaliza la iglesia y la propia misión tiende a enclaustrase en su propia institucionalidad. Falta por entender el desafío de predicar el evangelio a todo el mundo en clave de la comunicación actual. Tendemos a agruparnos en “ghettos” cerrados en lugar de abrir espacios, facilitar las interacciones sin levantar “muros” de separación.
  • Posmodernismo: No tenemos herramientas bíblicas y teológicas apropiadas ni respuestas relevantes para temas nuevos que la posmodernidad nos levanta: Diversidades, individualismo, consumismo, relativismo y subjetivismo.
  • Neoliberalismo religioso: El modelo económico de mercado centrado en lo económico-financiero, la centralización del poder, las desigualdades, la competencia se ha introducido en la vida de las iglesias promoviéndose el mercado religioso: Se enfatiza la religioso competitivo y se ignora la gracia de Dios como eje central de nuestra fe evangélica. El neopentacostalismo deviene en un mercado religioso, la identidad pentecostal se asienta no en la prosperidad, ni en el éxito, sino en el acomapñamiento al pueblo necesitado confiando en la grtacia de Dios.

3. ¿Vuelta a los orígenes?

Ante las turbulencias eclesiales varios son los caminos a adoptar: Uno, continuar bajo los efectos de la “rutina del carisma”, a hacer lo que acostumbramos de acuerdo a nuestras tradiciones. Dos, ajustarnos o adaptarnos a las tendencias del mundo actual. Tres, la búsqueda de salidas retornando a nuestras raíces de fe.

Propondría este último “camino” con el entendimiento que no es posible una vuelta literal al pasado en la historia: “Uno no se baña dos veces en  las mismas aguas de un río”. Explorar nuestras raíces implica el discernir el presente incorporando las enseñanzas de la historia vivida. Ambos aspectos van íntimamente unidos.

¿Qué significa volver a los orígenes en el pentecostalismo? ¿Cuáles serían respuestas pastorales y misiológicas pertinentes, proféticas y relevantes ante las turbulencias? Les invito a seguir el siguiente artículo: “Renaciendo a una esperanza viva”.