Introducción
En el transcurso del último año hemos sido testigos de diversas manifestaciones alrededor del mundo: Ecuador, Chile, Líbano, Hong Kong, Venezuela. La gente pide justicia económica. La gente pide libertad política. Y la gente pide acción para preservar el medio ambiente.
En medio de todo lo que está pasando, muchos se preguntan ¿Dónde se escucha la voz de la iglesia evangélica? Desafortunadamente, en muchos lugares, las comunidades evangélicas han guardado silencio e incluso en ocasiones se han puesto del lado de los poderes que generan injusticias. Debemos preguntarnos, ¿es por qué no sabemos qué decir o, por falta de entendimiento y formación o, por poseer una tendencia a lo conservador e injusto como parte de nuestra identidad? En todos casos, se vuleve evidente que no hemos articulado claramente nuestra misión en la sociedad.
A la raíz del problema hay una cuestión teológica: ¿Deberíamos pensar de la iglesia como una comunidad apartada de la sociedad, o una comunidad integrada con su entorno social? En otras palabras: ¿Se levanta la voz de la iglesia desde un lugar más allá del orden social, o dentro de él?
Históricamente, la iglesia evangélica ha dado mayor énfasis al concepto de separación, porque el reino de Dios “no es de este mundo”. En los momentos durante los cuales nos hemos encontrado afectados por la situación social, por circunstancias fuera de nuestro control, nuestros templos se han convertido en poco más de santuarios de desahogo. En medio de la Segunda Guerra Mundial, el teólogo escocés Edwin Aubrey lamentó que, “La actividad de la iglesia frecuentemente consiste de un intenso escapismo emocional . . . Hombres y mujeres frustrados encuentran alivio temporal, sin enfrentar a los factores sociales que son responsables por su condición.”[1] Hoy día pasa lo mismo. Y luego, cuando el gobierno u otra entidad púbica enfrenta los problemas sociales sin la participación de la iglesia, los miembros de la sociedad se preguntan sobre la verdadera relevancia de la iglesia.
Esta dinámica es problemática, y tiene que cambiar.
La presuposición teológica de este curso es que la iglesia es una comunidad integrada a la sociedad, con un llamado trascendente. Somos miembros de nuestras comunidades. Afirmamos la solidaridad con nuestro próximo. Y al mismo tiempo, somos agentes de transformación, sustentados en la justicia y el amor. Es urgente que entendamos las problemáticas sociales, políticas y económicas actuales desde análisis más sistémicos y estructurales porque tenemos una misión holística en este mundo.
El propósito de este curso es de fomentar el desarrollo de una Teología Social Evangélica. Con la participación de varios líderes y pensadores evangélicos, se explorará cual debería ser el rol de las comunidades cristianas dentro de sus diversos entornos sociales.